martes, 6 de diciembre de 2011

EDUCACIÓN EN GRECIA

En este tema vamos a tratar la educación de los niños atenienses, pero sólo de los varones, pues las niñas no pisaban nunca la escuela. Todo lo que aprende una joven ateniense -esencialmente las labores domésticas: cocina, tratamiento de la lana y tejido, y tal vez también algunos rudimentos de lectura, cálculo y música- lo aprende con su madre, con una abuela o las criadas de la familia. De hecho, las muchachas jóvenes apenas salen siquiera al patio interior de su casa, ya que deben vivir lejos de toda mirada, alejadas incluso de los miembros masculinos de su propia familia. Hecha esta salvedad, veamos cómo se educaban los niños atenienses.
            En Atenas, la enseñanza, la asistencia a clase, no era obligatoria: el padre de familia gozaba de total libertad para educar a sus hijos o permitir que otros los educaran hasta los dieciocho años, edad en que el joven se convertía en ciudadano y debía realizar el servicio militar.
            Hasta que el niño iba a la escuela (a los siete años), eran la madre y la nodriza quienes se ocupaban de él y le proporcionaban las primeras enseñanzas, que consistían en historias tradicionales, mitología y leyendas nacionales, y nada más, pues las pobres mujeres, que prácticamente nada habían aprendido, prácticamente nada podían enseñar.  A los siete años el niño comienza su "paideia", o formación cultural, pasando a la escuela, siempre de profesores particulares, donde cursaban tres asignaturas: gramática, música y gimnasia.

La escuela del gramático.

            En cuanto el pequeño ateniense tenía edad para ir a clase pasaba, al menos en las familias acomodadas con varios esclavos, de la vigilancia de la nodriza a la del pedagogo, que era un esclavo encargado de acompañarle a todas partes y de enseñarle buena educación, recurriendo, si era necesario, a los castigos corporales. El pedagogo lo acompañaba por la mañana a casa del maestro y le llevaba la cartera. El niño empezaba por aprender a leer y luego a escribir. Aprendía a leer en voz alta y luego seguía haciéndolo igual, pues da la impresión de que no se practicaba la lectura en silencio. El alumno practicaba después la escritura de las letras sobre una tablilla de madera barnizada de cera, y sobre ella trazaba los caracteres con ayuda de un punzón o estilete, cuyo extremo opuesto, plano y redondeado, servía para borrar. No había pupitres, y los alumnos se sentaban en taburetes alrededor del maestro.  En cuanto sabía leer y escribir con facilidad tenía que aprender versos de memoria, y luego fragmentos cada vez más extensos de los poetas. El primero era el más grande de todos, Homero, el autor de la Ilíada y la Odisea. Los griegos consideraban que Homero enseñaba todo lo que debía saber un hombre digno de tal nombre: las actividades de los tiempos de paz y de los tiempos de guerra, los oficios, la política y la diplomacia, la sabiduría, la cortesía, el valor, los deberes hacia los padres y hacia los dioses...
La enseñanza se completaba con la aritmética. Utilizaban los dedos para los cálculos elementales, y recurrían a las fichas de cálculo y al ábaco para los más complicados.

La enseñanza de la música.

            Para los griegos la música era la parte esencial y el mejor símbolo de toda cultura. Se decía que la música             educaba el alma y la gimnasia entrenaba el cuerpo. Al parecer los niños aprendían con el maestro de música (citarista) canto al mismo tiempo que la música instrumental y la danza. La música se practicaba de oído, sin ninguna partitura.
El instrumento noble por excelencia era la cítara, pero también el oboe estuvo muy de moda en Atenas en el siglo V.

La gimnasia.

            No se sabe exactamente a qué edad comenzaba el joven ateniense a ejercitar su cuerpo bajo la dirección del pedotriba, tal vez a los ocho años, pero es más probable que fuera a los doce, cuando ya hacía varios años que acudía a la escuela del gramático y a la del citarista.
Los alumnos del pedotriba se dividían en dos clases: los pequeños (pai'de"), que tenían de doce a quince años, y los mayores (neanivskoi), de quince a dieciocho años.
La gimnasia se practicaba en la palestra: terreno deportivo al aire libre, cuadrado y rodeado de muros. En uno de los lados había unas habitaciones que servían de vestuarios, de salas de descanso con bancos, de baños y de almacén de arena y aceite.

Tres son los rasgos distintivos de la gimnasia griega: la total desnudez del atleta, las unciones de aceite y el acompañamiento de oboe durante los ejercicios.
Los accesorios indispensables que el niño debía llevar a la palestra eran la esponja, el frasco de aceite y un rascador o cepillo de bronce. 

Los deportes más practicados eran la lucha, la carrera, el salto y el lanzamiento de disco y de jabalina. Además podían practicar el boxeo y el pancracio. Los niños de buena familia practicaban también la equitación desde muy pequeños.

La pederastia.

            El amor por los muchachos desempeñó un papel importantísimo en la educación griega. Los atenienses consideraban que la vinculación apasionada de un hombre (ejrasthv") y de un adolescente de 12 a 18 años (ejrovmeno") podía generar nobles sentimientos de valor y honor. Se puede decir que el joven ateniense aprende en la escuela (con el gramático, el citarista y el pedotriba) conceptos, técnicas, habilidades manuales, mientras que el amante proporciona la educación moral, enseña la virtud.

Los sofistas.

           La enseñanza que el joven ateniense recibía en la escuela era elemental y primaria; no existía hasta el siglo V a. de C. ninguna enseñanza superior, pero en la segunda mitad de ese siglo se produjeron innovaciones decisivas en la educación, gracias a la aportación de los sofistas. Con el desarrollo de la democracia, todos aquellos que querían dedicarse a la política necesitaban ejercitar el arte de la persuasión y la oratoria. Los sofistas asumieron entonces el papel de educadores.

Estos primeros profesores de enseñanza superior eran conferenciantes itinerantes. Las exhibiciones que hacían de su saber y de su talento de oradores les atraían a alumnos que se vinculaban a ellos y los seguían de ciudad en ciudad. Enseñaban todo lo que entonces se podía saber y que no se enseñaba en la escuela elemental: geometría, física, astronomía, medicina, artes y técnicas, y, sobre todo, retórica y filosofía.

ESPARTA

            La educación espartana merece una mención especial, por su total contraposición a la educación ateniense.
            Mientras que, como ya hemos dicho, en Atenas las jóvenes vivían recluidas, en Esparta las muchachas practicaban en público muchos deportes, al igual que los muchachos: la lucha y el lanzamiento de disco y jabalina. Pretendían así preparar madres de familia robustas y fuertes, que proporcionaran a Esparta hijos fuertes, buenos guerreros.
            Los muchachos sólo permanecían con sus familias hasta los siete años, edad en la que el niño pasa a manos del Estado, al que no dejará de pertenecer hasta su muerte. El niño se alistaba en formaciones premilitares que se escalonaban a lo largo de todo su crecimiento. Sus estudios se limitaban a lo estrictamente necesario; el resto de su educación consistía en aprender a obedecer, soportar la fatiga con paciencia y vencer en la lucha, es decir, ejercicios físicos y entrenamiento para la guerra.

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